Hay lugares que uno visita sin expectativas… y que terminan dejando huella. Eso me pasó con La Huerta de Tudela, un restaurante que no necesita alardes ni artificios para enamorar. Lo suyo es el producto, la honestidad y la cocina que habla por sí sola.
Desde que entras, lo notas: todo gira en torno a lo esencial. No hay exceso, solo buen gusto. Pero el verdadero flechazo llegó con los espárragos. ¡Qué maravilla! Firmes, delicados, con ese punto perfecto que solo se consigue cuando se respeta el origen y se cocina con alma. Un plato aparentemente sencillo que, en manos de quienes aman la tierra, se convierte en un homenaje.
El chef Ricardo Gil, alma mater del proyecto y referente en la cocina de la verdura desde hace más de tres décadas, ha sabido interpretar la huerta desde una visión contemporánea, sin perder el respeto por las raíces culinarias de su tierra natal. En cada plato se percibe el mimo por el origen del producto y una ejecución que conjuga sencillez y sofisticación. Su filosofía se apoya en el concepto de “cocina de paisaje”, donde la naturaleza dicta el ritmo y la inspiración.
La experiencia no solo fue deliciosa, fue también cálida. El servicio fue impecable: atento, cercano, de esos que te recomiendan con sinceridad y conocen cada detalle de lo que sirven. Y lo mejor: la calidad-precio es insuperable. Porque cuando el producto es de verdad, no hace falta disfrazarlo.
La propuesta gastronómica se completa con un menú degustación de verduras que cambia con las estaciones y permite explorar los matices de productos como la borraja, las pochas o el cardo rojo. Además, La Huerta de Tudela participa activamente en iniciativas como la Ruta Madrileña del Espárrago de Navarra o la de la Alcachofa de Tudela, consolidándose como embajador de la cultura gastronómica Navarra en Madrid. Un restaurante que no solo alimenta, sino que también educa y emociona.
De esta grata experiencia salí feliz, con el paladar agradecido y la sensación de haber descubierto un lugar al que quiero volver. Porque La Huerta de Tudela no solo se come, se vive.