Hay lugares que uno descubre por casualidad y que, desde el primer momento, sabes que vas a recordar para siempre. Eso me ocurrió con Churchill, un restaurante ubicado en pleno centro de Argel que combina elegancia, historia y una propuesta gastronómica simplemente inolvidable.
Desde fuera, la fachada discreta apenas deja entrever lo que se esconde en su interior. Pero basta cruzar la puerta para entrar en un mundo de sofisticación, donde la madera oscura, la preciosa y cómoda barra, y las fotos en blanco y negro de Winston Churchill crean una atmósfera íntima y encantadora, con guiños al espíritu de los antiguos clubes ingleses, pero con alma mediterránea.
Lo primero que me sorprendió fue la atención del equipo, impecable de principio a fin. Cercanos, atentos, profesionales… De esos que no solo te sirven, sino que te acompañan durante toda la experiencia.
Y lo que vino después fue una auténtica fiesta para los sentidos.
Ensalada de pimientos típica argelina, calamar y gamba salteada, y después carne o pescado a la brasa, cocinados sobre una plancha que se puede ver desde la barra. Recomiendo, si uno está solo, o en pareja, comer en la barra, experiencia única. Es, en fin, una muestra perfecta de fusión entre cocina local y toques internacionales.
Todo, absolutamente todo, estaba cuidado al detalle. Desde la presentación de los platos hasta la carta de vinos, pasando por un trato natural y personal.
Salir de Churchill fue hacerlo con una sonrisa y con ganas de volver. Porque no solo se come bien, se vive una experiencia completa: cálida, elegante, sabrosa e inolvidable. Si estás en Argel —o si tienes la suerte de visitarla pronto—, este restaurante es una parada obligatoria en esta particular ciudad.
Churchill no es solo un restaurante, es un homenaje al buen gusto. Y sí, es uno de esos secretos que merece la pena compartir.
Un abrazo especial al dueño, “Mr. Churchill”, ¡nos vemos pronto!