No suelo elegir pizza cuando salgo a comer fuera. Quizá porque rara vez encuentro una que me sorprenda o me emocione. Pero había escuchado tanto sobre L’Antica Pizzería Da Michele que decidí darle una oportunidad. Y fue una de esas veces en que romper una rutina te regala una experiencia inolvidable.
Ubicada en el corazón de Madrid, esta legendaria pizzería napolitana —nacida en 1870 en la ciudad de Nápoles— ha sabido mantener la esencia de su tradición sin perder su encanto local. Desde el primer paso dentro del local, la atmósfera te envuelve: horno de leña, aroma a masa madre recién horneada, y ese bullicio alegre que solo existe en los lugares donde la comida realmente importa.
La carta es breve, y eso ya es una buena señal. Aquí no hay lugar para las florituras innecesarias: pizza Margarita, Marinara, y un par de especialidades que rinden homenaje a la simplicidad de la auténtica cocina italiana. Me dejé guiar por la recomendación de la casa y pedí una Margarita, una Truffle, una Capricciosa y la famosa pizza frita. El primer bocado fue una revelación. La masa, fina y elástica, con los bordes inflados por el calor del horno; las salsas con esos sabores profundos y ligeramente aromáticos crearon un sabor envolvente y perfecto.
Pese a no ser fan declarada de la pizza, me encontré disfrutando con entusiasmo cada pedazo, acompañada de un vino tinto italiano que redondeó la experiencia. El servicio, además, fue atento, cálido y sin pretensiones, haciendo que todo fluyera con naturalidad.
Salir de Da Michele fue hacerlo con una sonrisa inesperada. Esos lugares donde el alma de una tradición se transmite en cada plato tienen un poder especial. Y aunque mi plato favorito seguirá estando en otra categoría, hoy puedo decir que, si vuelvo a caer en la tentación de una pizza, será solo allí.